jueves, 2 de octubre de 2008

Aristócratas sin abanico

1. En defensa de Fortune y Contralínea

2. El protagonismo exacerbado de colegas chapados a la antigua puede tornar inviables el derecho a la información y hasta una protección real y eficaz para los reporteros


Eduardo Suárez / México

Bajo el-régimen-que-no-se-ha-ido, ahora con Felipe Calderón Hinojosa (PAN) al frente del gobierno, una gran proporción de los casos de extorsión, amagos, "levantones", persecuciones, encarcelamientos injustos y desapariciones se han cebado y se siguen cebando con gran saña en contra de los reporteros de la televisión, la radio y la prensa escrita.

Por si no basta, el acoso que contratistas fraudulentos de PEMEX coludidos con funcionarios federales (incluidos jueces) vuelcan contra Miguel Badillo, Jorge Meléndez Preciado, Marcela Yarce, Nydia E. Pinto y Ana Lilia Pérez Mendoza, entre otros colegas que trabajan para las revistas Contralínea y Fortune, obliga a que el resto de los periodistas llamemos la atención del público hacia las circunstancias de alto riesgo con que cotidianamente cumplen su tarea en este país todos los profesionales de la información.


1. En defensa de Fortune y Contralínea

Hace unos días, por ejemplo, según nos lo da a conocer el blog del Encuentro por la Defensa de los Periodistas, en el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal o TSJDF procedió una demanda por daño moral que Jesús Zaragoza López interpuso en contra de Ana Lilia Pérez y Miguel Badillo, colegas de las revistas Fortune y Contralínea.

Jesús Zaragoza López reconoció como suya la voz contenida en las grabaciones de las entrevistas presentadas ante los jueces por los periodistas Pérez y Badillo. Y reconoció, de igual modo, que él mismo relató a la reportera las investigaciones que llevó a cabo la DEA (la agencia antidrogas del gobierno estadounidense) cuando en un camión de su propiedad se encontraron toneladas de polvo de cocaína.

No obstante que el empresario admitió haber concedido a esos compañeros dos entrevistas de prensa y que en el transcurso de éstas les relató las investigaciones por narcotráfico de las que fue objeto incluso su familia, los magistrados de la Sexta Sala Civil consideraron que los citados comunicadores no tenían derecho a publicar esa información.

Jesús Zaragoza López, quien durante la entrevista con la reportera Ana Lilia Pérez mencionó haber contribuido al financiamiento de la campaña electoral de Felipe Calderón Hinojosa en la contienda por la sucesión presidencial del 2006, es dueño del emporio gasero más importante de México: el Grupo Zeta, que maneja 80 empresas en nuestro país, Centro y Suramérica.


2. Aristócratas sin abanico, ciertos "chicos de la prensa"

En el ejercicio de esto que por lo menos desde el siglo diecinueve se reconoce como periodismo moderno, los únicos indispensables son los reporteros, incluso si hablamos en términos del ciberespacio, de la internáutica y de la transmisión profesional de noticias "en tiempo real". ¿Quiere esto decir que el reportero hace a la noticia, y no al revés? No, sin duda: ni lo uno ni lo otro. En todo caso, afirmarlo es una exageración.

Dejo el asunto para otro momento. Lo que ahora pretendo que despierte el interés de los lectores es que aunque es cierto que sin el concurso de estos “chicos (y chicas) de la prensa” ni el más ducho de los editores de noticias sería capaz de cumplir por sí solo el ciclo de la información periodística —toda vez que para poder hacerlo antes tendría que asumir el rol de aquéllos—, el reportero como profesional de los medios generalmente es, para otros "periodistas" y para su patrón, el-que-menos-cuenta. Sobre todo en lo que respecta a sus derechos laborales.

Quizás por esto, de vez en vez los profesionales de la información periodística se reúnen, plantean sus puntos de vista alrededor del tema y, sin embargo, sus esfuerzos y su dedicación no fructifican o fructifican poco. Se apagan hasta la siguiente convocatoria, por tradición de fecha más bien lejana, con una respuesta que —por ser exigua— trasluce preponderantemente escepticismo. Desconfianza.

Muchas veces inmersos en discursos con tufos propios —diríase— de una cierta aristocracia en decadencia, aún tenemos en este país varios colegas que tratan de pontificar acerca de a quién debe o no considerársele periodista en México. O peor todavía: yéndose hasta el otro extremo, suponen que la clave está en atenerse a la "buena fe" con que equis o zeta burócrata o politicastro se sirva expedir, algún día, las constancias o certificados.

La inercia individualista, la soberbia, el justificado afán de competir y, sobre todo, la proliferación de mercenarios y farsantes, dificultan que esos compañeros se percaten de su condición de trabajadores. Esto quiere decir de asalariados, al margen de que consideren lo que hacen "no un oficio sino una profesión".

Antes que “colegiación”, lo que urge a los periodistas mexicanos es construir un sindicato o una federación de sindicatos poderosos, genuinos y a la par incluyentes, para que no queden fuera más que los que fingen y los que se han especializado en infringir todas y cada una de las normas de la ética. Y en donde el centro de la motivación para la lucha lo ocupen, en justicia y con plenitud, los reporteros.

Comprender esto, de entrada equivale a tener una palanca para mover voluntades a favor de la protección real del reportero siempre y en todo lugar. Y la esencia o meollo: equivale a una garantía más, pero tangible, del respeto a la libertad de expresión y del ejercicio pleno del derecho de informar y de recibir u obtener información verídica, sin sesgos, contrastada, oportuna, completa, suficiente y confiable.

Un buen punto de partida para una revolución cultural.