Eduardo Suárez
Salir tempranito de casa y aventurarnos por nuestra selva de asfalto es un placer que tortura, produce dicha y calambres y, como casi todo lo demás en la globalización capitalista made in USA, tiene su precio. Hay que arriesgarse pero no ser temerario.
Vox populi - “¿Quién dijo frustraciones?”
Tales escapes suelen durar poco. Son, además, injustificados porque, al margen del descuido de cada uno y la desidia de quienes tendrían que poner más atención en su encargo a cambio de dejar de repetir como si fuesen propias las simplezas de los comunicadores de Peña, la verdad es que el grueso de las insuficiencias que padece la metrópoli tiene su origen en la mezquindad de panistas y priistas a la hora en que de lo que se trata es de darle a la capital de México suficientes partidas del erario.
Bien dicha aquí la vulgaridad: lo que pretenden es seguir teniéndonos fuertemente agarrados de los huevos. A todos. A las autoridades locales en turno (Mancera y su coro a modo), y al resto del total de los mexicanos que pueblan del DFectuoso: a los nacidos aquí y a los migrantes; todos éstos que somos los chilangos, defeños inclusive. (Cualquier otra definición, perdón por la tautología, es-por-definición-discriminatoria. Culero el que no haga caso.)
Antes de que siga adelante, me rehúso a ofender la inteligencia del lector; en consecuencia, no he de precisar enseguida “a modo” de quién o quiénes. Paso de largo. Mejor digo, no sin ironía, ¡gracias, Ebrard!, y —además con camaradería de la buena— “gracias” también a Andrés Manuel López Obrador por esa su inveterada y me temo que ya crónica costumbre del Laisser faire, laisser aller… ¿Con qué objeto tamaña complacencia?, me pregunto. ¡Si hasta los gringos —a través de Salinas y los “chuchos”— hacen oír su voz dentro del perredismo y en las instancias donde, aunque no lo queramos, se decide buena parte del futuro mediato e inmediato de la muy noble y leal Ciudad de los Palacios!
Y por si fuera poco: A pesar de que “la ley las obliga”, las instituciones del Estado nacional no le pagan a la capital del país el impuesto predial, ni contribuciones por consumo de agua, y ni siquiera se le toma en cuenta cuando se hace el reparto de los recursos del erario etiquetados para hacer más llevadera la pobreza de los pobladores más vulnerables. ¡Como si en el Distrito Federal no hubiera pobres!
Aferrándose al DF como a un clavo ardiendo, diario llegan legiones de los más pobres del resto de nuestro suelo patrio, sobre todo del estado de Hidalgo y del estado de México, en busca de empleo o al menos para que el gobierno perredista les proporcione atención médica efectiva y gratuita; algo que es cada vez más inútil demandar en instancias del "seguro popular".
Las cifras respectivas son abundantes y las consignan incluso las fuentes oficiales.
Todos son muy bienvenidos —¡nomás faltaba!— pero nunca está de más que tomen precauciones.
Bella y todo, amistosa inclusive, la megalópolis en ciertas circunstancias y lugares puede resultar peligrosa. Como insinué al principio, hace unos días se produjo la trágica muerte de un muchacho al pasarle el metro por encima, o al aventarlo.
Qué desgracia, fue un accidente. Pero —¡zas!—- de las críticas y las maledicencias no se salvó ni la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), como si la benemérita institución de educación superior fuera responsable de no contar con una eficaz coordinación de comunicación social. Una oficina de prensa que, por ejemplo, hiciera mella en la inmerecida fama de la UACM de ser una "simple olla de grillos y alborotadores creada y cooptada por AMLO" para disponer de ella con “aviesos” fines. Veamos:
Al menos para que la gente se entere de que no eran mentiras propagandísticas sino verdades de a kilo las tremendas cosas que él decía que iban a hacer las hordas priistas una vez que el comprador de la membresía por seis años en Los Pinos tuviera chance de apoltronarse en la silla.
Es como me decía un amigo: Que después de tener a los hijos y de amarlos; de aceptar con profundo dolor que se fueran con su madre al extranjero con el propósito de tratar de preservarlos, decían, de la derelicción, a final de cuentas te mientan la madre.
Ah con el cándido. Pero volvamos al accidente en el metro, al manido dato real o inventado acerca del número de fallecimientos accidentales e intencionados, y a los inquisidores de oficio y oficiosos volcados contra la autoridad local y todo aquello con lo que a su alrededor se topen:
Dado que la extravagancia se exhibe en ambos lados, no falta quien esté exigiendo que a-como-dé-lugar "se prohíba" ¡! —junto con las marchas de protesta y la protesta misma— que la gente escoja al metro del DFiéndete como arena, paisaje o telón de fondo para suicidarse. ¡Como si sólo con ponerlo por escrito —que lo está— fuese suficiente!
Por encima de consideraciones conocidas, yo me pregunto: ¿cuál es la razón o el porqué, en ese trance trágico, para despojar de su quizás último deseo a un hombre o a una mujer qui ont la volonté de suicide? Estaría bien que no se dieran muerte o que fueran mejor a La Marquesa a quitarse la vida, como lo hizo hace años, con un cutter, un funcionario de alto rango de la Federación al que lo había embargado la vergüenza.
Mas yo diría que esos "quince minutos de fama" a los que sabiamente solía hacer alusión Andy Warhol son un derecho natural e inalienable de nuestros kamikazes de andén.
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