Polvo es una novela histórica que de algún modo anuncia lo que puede volver a ocurrir.
A mí me llegaron al alma los trazos que Benito Taibo hizo para mostrarnos cómo eran los amos del Acapulco de entonces. Antecesores, por cierto, de los señores de hoy, de horca y cuchillo, quienes pretenden, pero para todo el país, la restauración del antiguo régimen priista con su ingente esquema de dominación basado en la corrupción —¡más corrupción!— y en el derramamiento de sangre. Mucha más sangre para mantener contentos a los gringos.
Sin embargo, lo que más me impactó, se los confieso, fue Juan R. Escudero; su estatura moral. Su gran rol en la historia de este país, aunque prácticamente este héroe enorme sólo sea recordado hoy por la gente ilustrada y, desde luego, en los círculos de los sindicalistas aún limpios y entre las familias de los nuevamente empobrecidos trabajadores de Acapulco.
Juan Ranulfo Escudero era como el león aquel dispuesto para saltar, imaginado por el ayudante del edil dentro del pecho de ese mismo presidente municipal.
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